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<div class="bulltitledate titolo"><center>Mensaje del Santo Padre Le&oacute;n XIV para la XL Jornada Mundial de la Juventud 2025, 07.10.2025</center></div>
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Publicamos a continuaci&oacute;n el texto del mensaje que el Santo Padre Le&oacute;n XIV ha enviado a los j&oacute;venes y a las j&oacute;venes del mundo con motivo de la XL Jornada Mundial de la Juventud, que se celebrar&aacute; en las Iglesias particulares el pr&oacute;ximo 23 de noviembre de 2025, sobre el tema: &laquo;Ustedes tambi&eacute;n dan testimonio, porque est&aacute;n conmigo&raquo; (Jn 15,27):
Mensaje del Santo Padre
Queridos j&oacute;venes:
Al comienzo de este primer mensaje que les env&iacute;o, deseo ante todo decirles gracias. Gracias por la alegr&iacute;a que nos han transmitido al venir a Roma para su Jubileo, y gracias tambi&eacute;n a todos los j&oacute;venes que se han unido a nosotros en la oraci&oacute;n desde distintas partes del mundo. Ha sido un acontecimiento precioso para renovar el entusiasmo de la fe y compartir la esperanza que arde en nuestros corazones. Por eso, hagamos que el encuentro jubilar no sea un momento aislado, sino que marque, para cada uno de ustedes, un paso adelante en la vida cristiana y un fuerte est&iacute;mulo para perseverar en el testimonio de la fe.
Precisamente esta din&aacute;mica est&aacute; en el centro de la pr&oacute;xima Jornada Mundial de la Juventud, que celebraremos el domingo de Cristo Rey, el 23 de noviembre, y que tendr&aacute; como tema &laquo;Ustedes tambi&eacute;n dan testimonio, porque est&aacute;n conmigo&raquo; (Jn&nbsp;15,27). Con la fuerza del Esp&iacute;ritu Santo, como peregrinos de esperanza, nos preparamos para convertirnos en valientes testigos de Cristo. Comencemos, pues, desde ahora, un camino que nos llevar&aacute; hasta la edici&oacute;n internacional de la JMJ en Se&uacute;l, en 2027. En esta perspectiva, me gustar&iacute;a detenerme en dos aspectos del testimonio: nuestra amistad con Jes&uacute;s, que recibimos de Dios como un don; y el compromiso de cada uno en la sociedad, como constructores de paz.
Amigos, por lo tanto, testigos
El testimonio cristiano nace de la amistad con el Se&ntilde;or, crucificado y resucitado para la salvaci&oacute;n de todos. Esta no debe confundirse con una propaganda ideol&oacute;gica, sino que es un verdadero principio de transformaci&oacute;n interior y de sensibilizaci&oacute;n social. Jes&uacute;s quiso llamar &ldquo;amigos&rdquo; a los disc&iacute;pulos, a quienes dio a conocer el Reino de Dios y les pidi&oacute; que permanecieran con &Eacute;l para formar su comunidad y enviarlos a proclamar el Evangelio (cf.&nbsp;Jn&nbsp;15,15.27). Por eso, cuando Jes&uacute;s nos dice: &ldquo;Den testimonio&rdquo;, nos est&aacute; asegurando que nos considera sus amigos. S&oacute;lo &Eacute;l conoce plenamente qui&eacute;nes somos y por qu&eacute; estamos aqu&iacute;: conoce el coraz&oacute;n de cada uno de ustedes j&oacute;venes, su indignaci&oacute;n ante la discriminaci&oacute;n y la injusticia, su deseo de verdad y belleza, de alegr&iacute;a y paz; con su amistad los escucha, los motiva y los gu&iacute;a, llamando a cada uno a una vida nueva.
La mirada de Jes&uacute;s, que quiere siempre y solamente nuestro bien, nos precede (cf.&nbsp;Mc&nbsp;10,21). No nos quiere como siervos, ni como &ldquo;activistas&rdquo; de un partido; nos llama a estar con &Eacute;l como amigos, para que nuestra vida sea renovada. Y el testimonio surge espont&aacute;neamente de la alegre novedad de esta amistad. Es una amistad &uacute;nica, que nos da la comuni&oacute;n con Dios; una amistad fiel, que nos hace descubrir nuestra dignidad y la de los dem&aacute;s; una amistad eterna, que ni siquiera la muerte puede destruir, porque tiene su principio en el Crucificado resucitado.
Pensemos en el mensaje que nos deja el ap&oacute;stol Juan al final del cuarto Evangelio: &laquo;Este mismo disc&iacute;pulo es el que da testimonio de estas cosas y el que las ha escrito, y sabemos que su testimonio es verdadero&raquo; (Jn&nbsp;21,24). Todo el relato anterior se resume como un &ldquo;testimonio&rdquo;, lleno de gratitud y asombro, por parte de un disc&iacute;pulo que nunca dice su propio nombre, sino que se define como &ldquo;el disc&iacute;pulo al que Jes&uacute;s amaba&rdquo;. Este apelativo es el reflejo de una relaci&oacute;n: no es el nombre de un individuo, sino el testimonio de un v&iacute;nculo personal con Cristo. Esto es lo que realmente importa para Juan: ser disc&iacute;pulo del Se&ntilde;or y sentirse amado por &Eacute;l. Comprendemos entonces que el testimonio cristiano es fruto de la relaci&oacute;n de fe y amor con Jes&uacute;s, en quien encontramos la salvaci&oacute;n de nuestra vida. Lo que escribe el ap&oacute;stol Juan tambi&eacute;n vale para ustedes, queridos j&oacute;venes. Cristo los invita a seguirlo y a sentarse a su lado, para escuchar su coraz&oacute;n y compartir de cerca su vida. Cada uno de ustedes es para &Eacute;l un &ldquo;disc&iacute;pulo amado&rdquo;, y de este amor nace la alegr&iacute;a del testimonio.
Otro valiente testigo del Evangelio es el precursor de Jes&uacute;s, Juan el Bautista, que dio &laquo;testimonio de la luz, para que todos creyeran por medio de &eacute;l&raquo; (Jn&nbsp;1,7). Aunque gozaba de gran fama entre el pueblo, sab&iacute;a bien que era s&oacute;lo una &ldquo;voz&rdquo; que se&ntilde;alaba al Salvador: &laquo;Este es el Cordero de Dios&raquo; (Jn&nbsp;1,36). Su ejemplo nos recuerda que el verdadero testigo no tiene como objetivo ocupar el centro del escenario, no busca seguidores que se unan a &eacute;l. El verdadero testigo es humilde e interiormente libre, ante todo de s&iacute; mismo, es decir, de la pretensi&oacute;n de ser el centro de atenci&oacute;n. Por eso es libre para escuchar, para interpretar y tambi&eacute;n para decir la verdad a todos, incluso ante los poderosos. De Juan el Bautista aprendemos que el testimonio cristiano no es un anuncio de nosotros mismos y no celebra nuestras capacidades espirituales, intelectuales o morales. El verdadero testimonio es reconocer y mostrar a Jes&uacute;s, el &uacute;nico que nos salva, cuando &Eacute;l se manifiesta. Juan lo reconoci&oacute; entre los pecadores, inmerso en la humanidad com&uacute;n. Por eso el&nbsp;<a href="https://www.vatican.va/content/francesco/es.html">Papa Francisco</a>&nbsp;insisti&oacute; tanto en esto: si no salimos de nosotros mismos y de nuestras zonas de confort, si no salimos al encuentro de los pobres y de aquellos que se sienten excluidos del Reino de Dios, no nos encontramos con Cristo ni damos testimonio de &Eacute;l; perdemos la dulce alegr&iacute;a de ser evangelizados y de evangelizar.
Queridos hermanos, invito a cada uno de ustedes a seguir buscando a los amigos y testigos de Jes&uacute;s en la&nbsp;<a href="https://www.vatican.va/archive/bible/index_sp.htm">Biblia</a>. Al leer los Evangelios, se dar&aacute;n cuenta de que todos ellos encontraron en la relaci&oacute;n viva con Cristo el verdadero sentido de la vida. De hecho, nuestras preguntas m&aacute;s profundas no son escuchadas ni encuentran respuesta en el desplazamiento infinito de la pantalla del m&oacute;vil, que capta la atenci&oacute;n dejando la mente fatigada y el coraz&oacute;n vac&iacute;o. No nos llevan lejos si las mantenemos encerradas en nosotros mismos o en c&iacute;rculos demasiado reducidos. La realizaci&oacute;n de nuestros deseos aut&eacute;nticos pasa siempre por salir de nosotros mismos.
Testigos, por lo tanto, misioneros
De esta manera, ustedes, j&oacute;venes, con la ayuda del Esp&iacute;ritu Santo, pueden convertirse en misioneros de Cristo en el mundo. Muchos de sus compa&ntilde;eros est&aacute;n expuestos a la violencia, obligados a usar las armas, forzados a separarse de sus seres queridos, a migrar y a huir. Muchos carecen de educaci&oacute;n y de otros bienes esenciales. Todos comparten con ustedes la b&uacute;squeda de sentido y la inseguridad que la acompa&ntilde;a, el malestar por las crecientes presiones sociales o laborales, la dificultad de afrontar las crisis familiares, la dolorosa sensaci&oacute;n de falta de oportunidades, el remordimiento por los errores cometidos. Ustedes mismos pueden ponerse al lado de otros j&oacute;venes, caminar con ellos y mostrarles que Dios, en Jes&uacute;s, se ha hecho cercano a cada persona. Como sol&iacute;a decir el&nbsp;<a href="https://www.vatican.va/content/francesco/es.html">Papa Francisco</a>: &laquo;Cristo muestra que Dios es proximidad, compasi&oacute;n y ternura&raquo; (Carta enc.&nbsp;<a href="https://www.vatican.va/content/francesco/es/encyclicals/documents/20241024-enciclica-dilexit-nos.html">Dilexit nos</a>, 35).
Es cierto, no siempre es f&aacute;cil dar testimonio. En los Evangelios encontramos a menudo la tensi&oacute;n entre la acogida y el rechazo de Jes&uacute;s, &laquo;la luz brilla en las tinieblas, y las tinieblas no la percibieron&raquo; (Jn&nbsp;1,5). De manera similar, el disc&iacute;pulo-testigo experimenta en primera persona el rechazo y, a veces, incluso la oposici&oacute;n violenta. El Se&ntilde;or no oculta esta dolorosa realidad, &laquo;si me persiguieron a m&iacute;, tambi&eacute;n los perseguir&aacute;n a ustedes&raquo; (Jn&nbsp;15,20). Sin embargo, precisamente esto se convierte en la ocasi&oacute;n para poner en pr&aacute;ctica el mandamiento m&aacute;s alto, &laquo;amen a sus enemigos, rueguen por sus perseguidores&raquo; (Mt&nbsp;5,44). Esto es lo que han hecho los m&aacute;rtires desde los inicios de la Iglesia.
Queridos j&oacute;venes, esta no es una historia que pertenece s&oacute;lo al pasado. Todav&iacute;a hoy, en muchos lugares del mundo, los cristianos y las personas de buena voluntad sufren a causa de la persecuci&oacute;n, las mentiras y la violencia. Quiz&aacute;s tambi&eacute;n ustedes han sido tocados por esta dolorosa experiencia y quiz&aacute;s han sido tentados de reaccionar instintivamente poni&eacute;ndose al nivel de quienes los han rechazado, adoptando actitudes agresivas. Recordemos, sin embargo, el sabio consejo de san Pablo: &laquo;No te dejes vencer por el mal. Por el contrario, vence al mal, haciendo el bien&raquo; (Rm&nbsp;12,21).
Por tanto, no se desanimen, como los santos, tambi&eacute;n ustedes est&aacute;n llamados a perseverar con esperanza, sobre todo ante las dificultades y los obst&aacute;culos.
La fraternidad como v&iacute;nculo de paz
De la amistad con Cristo, que es don del Esp&iacute;ritu Santo en nosotros, nace una forma de vivir que lleva consigo el car&aacute;cter de la fraternidad. Un joven que ha encontrado a Cristo lleva consigo a todas partes el &ldquo;calor&rdquo; y el &ldquo;sabor&rdquo; de la fraternidad, y cualquiera que entre en contacto con &eacute;l o con ella se siente atra&iacute;do por una dimensi&oacute;n nueva y profunda, hecha de cercan&iacute;a desinteresada, de compasi&oacute;n sincera y de ternura fiel. El Esp&iacute;ritu Santo nos hace ver al pr&oacute;jimo con ojos nuevos, &iexcl;en el otro hay un hermano, una hermana!
El testimonio de fraternidad y paz que la amistad con Cristo suscita en nosotros nos libera de la indiferencia y la pereza espiritual, haci&eacute;ndonos superar el aislamiento y la desconfianza. Adem&aacute;s, nos une los unos a los otros, impuls&aacute;ndonos a comprometernos, desde el voluntariado hasta la caridad pol&iacute;tica, para construir nuevas condiciones de vida para todos. No sigan a quienes utilizan las palabras de la fe para dividir; organ&iacute;cense, en cambio, para eliminar las desigualdades y reconciliar a las comunidades polarizadas y oprimidas. Por eso, queridos amigos, escuchemos la voz de Dios en nosotros y venzamos nuestro ego&iacute;smo, convirti&eacute;ndonos en laboriosos art&iacute;fices de paz. Entonces esa paz, que es don del Se&ntilde;or Resucitado (cf.&nbsp;Jn&nbsp;20,19), se har&aacute; visible en el mundo a trav&eacute;s del testimonio com&uacute;n de quienes llevan su Esp&iacute;ritu en el coraz&oacute;n.
Queridos j&oacute;venes, ante los sufrimientos y las esperanzas del mundo, fijemos nuestra mirada en Jes&uacute;s. Mientras agonizaba en la cruz, &Eacute;l confi&oacute; la Virgen Mar&iacute;a como madre a Juan, y a ella Juan como hijo. Ese &uacute;ltimo don de amor es para todo disc&iacute;pulo, para todos nosotros. Los invito, por tanto, a acoger este santo v&iacute;nculo con Mar&iacute;a, Madre llena de afecto y comprensi&oacute;n, cultiv&aacute;ndolo especialmente con la oraci&oacute;n del rosario. As&iacute;, en cada situaci&oacute;n de la vida, experimentaremos que nunca estamos solos, sino que siempre somos hijos amados, perdonados y animados por Dios. De todo esto, &iexcl;den testimonio con alegr&iacute;a!
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Vaticano, 7 de octubre de 2025, Memoria de la Bienaventurada Virgen Mar&iacute;a del Rosario.
LE&Oacute;N PP. XIV
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Mensaje del Papa León XIV con motivo de la XL Jornada Mundial de la Juventud, a celebrarse en las Iglesias particulares el próximo 23-noviembre-2025

Mensaje del Santo Padre León XIV para la XL Jornada Mundial de la Juventud 2025

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